Las altas capacidades están altamente valoradas por la opinión popular. Generalmente, se piensa en personas que, con poco esfuerzo, sacan muy buenas notas y en el peor de los casos pueden catalogarse como “frikis” (persona extraña cuyos intereses distan mucho de los intereses de sus iguales), pudiendo sufrir de algún modo el rechazo de los demás.
El término de altas capacidades engloba a personas Superdotadas y a personas Talentosas, es decir, personas que albergan en su interior un potencial intelectual innato que, si se encuentra dentro de un contexto favorable, puede llegar a desarrollarse y convertirse en algo brillante pero que, si no se dan las condiciones adecuadas, puede quedarse en nada.
Por ejemplo, si descubrimos el talento de cualquier niño o niña en un deporte y no le ofrecemos la ayuda necesaria, ese niño puede que lo abandone, además de llegar a sentirse decepcionado e infravalorado. Si Mireia Belmonte, Nadal, Messi o Carolina Marín no hubieran tenido personas alrededor que confiaran en sus capacidades, que les ayudaran a confiar en sus capacidades, a bajar la presión olvidándose de la perfección, a organizar sus ilusiones, sus ganas de comerse el mundo, para ir con calma, con cabeza… pues, como ya he comentado antes, se podrían haber perdido por el camino.
Las altas capacidades engloban un perfil personal muy característico pero cada persona es única, por lo que hay tantos perfiles como personas existentes en este mundo pero existen características que podemos aprender a ver desde la infancia.
La alta sensibilidad, excesiva cantidad de energía para tener ideas, perdida de la atención, aburrimiento fácil, resistencia a la autoridad, a menudo, emocionalmente inestables, creatividad, intuición, ganas de aprender de los temas que les interesan, curiosidad, adultos antes de tiempo, individualismo, gran capacidad de razonamiento y manipulación, capacidad para anticipar amenazas o peligros que otros no ven, baja tolerancia a contextos donde hay mucha gente con gran número de estímulos que produce agotamiento mental, el desarrollo de una gran empatía contagiándose del sufrimiento de los demás, excesivas reflexiones que no llevan a ningún lado, la sensación de no encajar en la sociedad, el sufrimiento del rechazo de algunas personas, la incapacidad para tomar decisiones porque todo se ve como una muy buena oportunidad …
Todas estas condiciones personales requieren del desarrollo de herramientas emocionales que permitan su gestión para que no se conviertan en armas que destruyan la autoestima y desarrolle cuadros de ansiedad y/o depresión.
Tenemos que aprender a observar para descubrir ese “valor añadido” llevando a cabo valoraciones psicopedagógicas y diagnosticando. Sólo así serán capaces de comprenderse, de aceptar ese punto de vista tan especial que tienen de entender el mundo, de confiar en sí mismos y en los demás, de mantener el sentido de pertenencia, la ilusión, la capacidad de disfrutar de las experiencias que les brinda la vida y de aprender a utilizar ese potencial a su favor, con la mayor efectividad posible.
La complejidad emocional adicional de los niños con altas capacidades se manifiesta de muchas maneras diferentes. No podemos afirmar que simplemente sientan «más» que los otros niños; en realidad sería más exacto decir que sienten «diferente». Pueden experimentar una amplia gama de emociones -a veces todas al mismo tiempo- y lo hacen con una intensidad que lo abarca absolutamente todo. Para un niño con altas capacidades, el mundo es un lugar vívido y totalmente fascinante, y su impulso para experimentar todo lo que percibe a su alrededor es tan fuerte que puede llegar a ser abrumador. La intensidad emocional se expresa y se siente de forma muy compleja y diversa: las emociones tienen una intensidad amplificada para ellos.
Estos rasgos emocionales son muy comunes en los niños con altas capacidades, de hecho, se utilizan como un indicador en las pruebas de identificación. Las manifestaciones de complejidad emocional con frecuencia se interpretan erróneamente como signos de inestabilidad, y eso se debe en gran parte a esa creencia tan arraigada en la sociedad occidental que sugiere que las emociones y el intelecto son entidades separadas, estancas e incluso contradictorias. Las emociones, en todas las personas, se tratan con demasiada frecuencia como un lastre o una carga que debe ser regulada, domesticada, controlada y, en última instancia, reprimida.
A los niños con altas capacidades se les debe enseñar a vivir su sensibilidad e intensidad como una parte normal, aceptable e indisoluble de su identidad. A los que les rodean también se les debe enseñar a ver el esquema emocional del niño como algo normal, y nunca ridiculizarlo por reaccionar enérgicamente ante cosas que pueden considerarse triviales. Realmente, a todos los niños se les debe enseñar a vivir su sensibilidad como un don, como una maravillosa habilidad, y nunca como una debilidad. Facilitando un ambiente de crianza pleno de seguridad y aceptación podemos enseñar a los niños a aceptar sus emociones, evitando así que se sientan aislados, deprimidos y terminen siendo extremadamente autocríticos.
Por otro lado, considero que la respuesta educativa hacia estos alumnos debe tener en cuenta las diferentes características y necesidades educativas que presentan. En este sentido, hay que partir de una evaluación inicial y una observación sistemática de su comportamiento. Para ello será necesario conocer su nivel de competencia curricular, estilo de aprendizaje, capacidades y habilidades especiales, áreas de su interés, auto concepto y el tipo de relaciones que establecen con los demás. Una vez estudiados estos factores, habrá que determinar qué tipo de modalidad de intervención se ha de aplicar según el resultado de su evaluación psicopedagógica. No obstante, no se puede olvidar que aunque a nivel cognitivo sean alumnos adelantados hay que cuidar su integración en el grupo al requerir las mismas exigencias afectivas y sociales que los alumnos de su edad. Así, se evitarán los problemas emocionales o de adaptación al grupo para incrementar su madurez personal. En este sentido, el modelo de intervención debe dar respuesta educativa a estos alumnos con el fin de favorecer la interacción de tres sectores de rasgos: habilidad por encima de la media, creatividad e implicación en la tarea (motivación).
En definitiva, no debemos olvidar lo más importante: las personas con Altas Capacidades también necesitan ayuda y merecen poder desarrollar sus capacidades al máximo y que se les ofrezca el nivel de reto adecuado para mantener su motivación. Acudir a un especialista en estos casos es primordial para que tanto los niños, como los padres, puedan recibir la mejor atención y asesoramiento.
Eva Sonseca,
Licenciada en Psicopedagogía Y Directora pedagógica del Equipo MultidisciplinarTalento