Llega septiembre y con este mes la vuelta al cole, deseada por unos y temida por otros. En nuestro Centro Multidisciplinar comenzamos a padres y niños con sus miedos y sus dudas, pero, después de casi dos meses y medio de vacaciones, es normal que a los niños les pueda costar retomar su rutina. Es igual que cuando estamos mucho tiempo sin hacer deporte y volvemos a entrenar, en principio podemos tener pereza, cambios de ritmos y esas temidas agujetas. Por ello, es habitual que en los primeros días los niños se puedan sentir nerviosos, irritables y cansados. Esto ocurre porque el cerebro del niño se siente en alerta, al tiempo que no puede predecir lo que va a ocurrir y esa incertidumbre incluso le puede generar ansiedad, tristeza, apatía, pérdida de apetito, descontrol del sueño, etc. Es de bien recordar que no es nada personal contra los papás, que no tiene que ver con ellos ni es un ataque directo, sino que simplemente es un cerebro desplegando todas las estrategias que tiene para poder adaptarse a la adversidad, al cambio.
Con este articulo me gustaría ofrecer a los padres unas pautas que considero necesarias para evitar que la adaptación al cole sea tan estresante y os permitan prepararos, a padres y niños, para una vuelta al cole más fácil:
Imaginar para proyectar. Como padres podemos ayudar a nuestros hijos a imaginar cómo será el curso, qué pasará, como lo resolverán las posibles dificultades que surjan, cómo será su relación con los compañeros, qué harán si se sienten molestos o si sienten vergüenza. Imaginarlo les ayudará a sentirse seguros cuando se presenten los diferentes escenarios.
Lo ideal es hacer la transición desde antes de empezar las clases, por ello es importante este punto, para que el cambio de la rutina no sea tan abrupto. En este sentido, son estos días en los que se debe ir ajustando los horarios para que sean similares a los que se tendrán una vez iniciadas las clases. Mientras más estables sean los días y mayor claridad tengan los niños acerca de cómo transcurrirán las jornadas, mejor. Siempre teniendo claro que los niños son muy concretos y que, por lo general, no basta solo con anunciárselo verbalmente, sino que en caso de niños pequeños es útil también utilizar apoyos visuales
Quizás una de las cosas más difíciles es cambiar su reloj biológico al que hay que ‘decirle’ que ya no se puede levantar a las 10 o a las 11 de la mañana, sino que hay que volver a madrugar como hacía antes de verano. Si esto ya resulta duro para los adultos, ¡más todavía para los peques! Aunque no olvidemos que, según la edad, el madrugar no es algo raro para ellos, sino más bien una constante.
Por eso, es necesario que tomemos en cuenta los ritmos circadianos de los niños. Las mañanas son más activas y después de comer, la curva de activación irá bajando. Por lo que, idealmente, debemos acomodar la rutina para que se ajuste a esos ritmos. Llevar a un niño a correr al parque justo antes de la hora de dormir no va le a aportar a un sueño más profundo, como se suele creer, sino que hará que la hora de descanso sea menos reparador, e incluso, podría dar paso a pesadillas, terrores nocturnos o problemas de conciliación.
Por ello, los padres han de tener en cuenta que por la tarde se deben fijar actividades que progresivamente vayan bajando el nivel de activación conforme se acerque el atardecer y respetando siempre la siguiente ‘regla de oro’: Cero uso de pantallas desde el atardecer o desde dos horas antes de dormir y evitar el consumo de azúcar en el mismo tramo de tiempo.
Asimismo, las rutinas vuelven a ser la base para que los peques tengan un sueño reparador. De nuevo, permitir al cerebro anticiparse y prepararse, en este caso para descansar, será el hábito perfecto para conseguirlo, ¿cómo? Con un baño relajante, después la cena, por último, un cuento antes de ir a dormir, por ejemplo. El mejor indicador de que un niño está durmiendo bien y lo suficiente, es el propio niño. Cuando el peque despierta como enojado, le cuesta despertar o durante el día anda irritable, es indicador de que es necesario revisar sus hábitos e higiene del sueño.
Si bien, la vuelta al cole significa también vuelta a las responsabilidades, entre las cuales se encuentran hacer los deberes y tareas. Es fundamental que desde las primeras semanas se comiencen a establecer unos hábitos que generen en el niño motivación, al mismo tiempo que responsabilidad. Lo mejor es que esto siempre se haga después de llegar del cole, antes de comenzar a jugar o dedicar su tiempo al ocio, porque, de este modo, tendrán la motivación del juego tras hacer y acabar sus tareas.
Pero, sin duda, los padres en este sentido deben ser estrictos y comprometidos con estos horarios y rutinas porque si no de nada sirve. El primer llamado es a la sensatez por parte de los padres para que puedan entender que no pueden hacer que un niño pase de 0 horas de estudio a 6 horas de colegio y 3 horas de hacer tareas en casa. Estos horarios deben ser estables y, además, aumentarlos de forma progresiva, lo que es mejor organizar sesiones cortas que largas horas de tareas.
Y, no hay que olvidar la importancia del juego y es que ¡cuanto más ocio tengan los niños, mejor! El juego libre es el principal motor de aprendizaje para los niños, por lo que privarles de la posibilidad de jugar para dedicar más tiempo al colegio o a las tareas es absolutamente contraproducente para el desarrollo del cerebro, y lo mismo ocurre con el uso de pantallas.
Mantener momentos de ocio familiar también es fundamental. Durante el verano, los niños pasan bastante tiempo con sus padres y hermanos. Al llegar el inicio del colegio, parece que todo se para y se corta. Sin embargo, estará bien, que se mantengan algunos planes como ir al parque, jugar juntos en casa… y así que el cambio tampoco sea tan brusco.
Y por supuesto, no olviden que preparar las cosas con ellos la mochila, el material, forrar los libros juntos, preparar el lugar de estudio… ayuda a que tengan más ganas de empezar y tengan ilusión.
Mostrarse comprensivos ante posibles dificultades de adaptación. Cada niño necesita su tiempo y llevará un ritmo diferente. Si tarda un poco en adaptarse, lo mejor será escucharle a ver qué puede estar pasando y tratar de buscar juntos soluciones o consultar con un experto si fuera necesario.
Eva Sonseca,
licenciada en Psicopedagogía Y Directora pedagógica del Equipo Multidisciplinar Talento