Por Juan Carlos García Muela
Los festejos populares se han adaptado al paso del tiempo. Los programas de fiestas que se pueden consultar nos dan una idea de su evolución, a pesar de no poder contar todos ellos. No han faltado la música, gigantes y cabezudos, los toros, los fuegos artificiales y los actos religiosos.
El programa más antiguo expuesto al público lo conservan los hermanos Manuel y Javier Sánchez en su bar-restaurante y Pepe Miño en su peluquería. Corresponde al año 1897. El plato fuerte eran los toros y los actos religiosos en honor a San Roque. Este año se inauguró el frontón.
En 1916, las carreras de cintas en la Alameda eran como una especie de justas medievales en la que cada participante entregaba a su dama el trofeo conseguido. El día 17 de agosto se hundió la tribuna de las señoras sin que se registrara ninguna desgracia. Este año, la compañía Bartrina Medrano actuó en el Teatro. Un año más tarde, no hubo espectáculos taurinos y como un festejo más se inauguró la iluminación a la veneciana en la Alameda, tradición que se mantuvo durante muchos años. La juventud, en información de un semanario local, bailó hasta las doce de la noche.
En los años 20, las fiestas comenzaban el día 15, con el disparo de cohetes, bombas y morteros, pasacalles con la Banda de música y finalizaban el 18 o el 19, el año que coincidía con la fiesta de la Virgen La Mayor y siempre con una retreta final. En 1926, debutó ante sus paisanos el diestro seguntino Vicente Pascual Rojo, que se mostró valiente y decidido. Cortó una oreja en su segundo toro y tuvo algún problema a la hora de la suerte suprema originado por la emoción de actuar ante sus convecinos. En el libro Los Toros en Sigüenza, del Dr. D. Javier Sanz Serrulla se puede encontrar una pequeña biografía. Como antecedente, una seguntina, Teresa Andrés, actuó en la feria de san Antolín, de Palencia, en 1849 como picadora en una novillada junto a Martina García, de Colmenar de Oreja y Paula Martínez, de Madrid. Por aquel entonces los picadores eran la cabeza del cartel. Este año de 1926 se llevó por primera vez la imagen de S. Roque en madera tallada “que se conserva en su ermita”. En 1928, la novedad fue la salida, también por vez primera la artística carroza iluminada, adquirida por la Cofradía de la Virgen la Mayor. Hubo una velada de boxeo. Este año, se anunciaban Florencio Sánchez, café bar y almacén de vinos al por mayor y menor, Casa Rodrigo, imprenta y librería e Hijo de A. Llorente, calzado, ultramarinos y material de construcción. En la actualidad, sus descendientes directos continúan con los negocios familiares.
De los años 30, solamente conservo los del año 1934 en el que se editaron dos programas. Uno por Casa Box y el otro por Rodrigo. No hubo colaboraciones literarias, quizás por la situación política social que no estaba para muchas alegrías, y en el de Rodrigo, con excelentes fotografías, se informaba de direcciones de interés, horario de trenes, tasas de telégrafos, precios de las conferencias telefónicas, y era de tamaño de bolsillo. Se anunciaba la Orquestina Seguntina, “Si desea usted pasar las fiesta de lo más agradable y divertidas posibles contrate para sus salones de baile la Orquesta Seguntina. Diríjanse a Higinio Aguado, Plaza Mayor, 6”.
En los años 40 y 50 las fiestas eran casi calcadas del año anterior. Los programas contenían excelentes colaboraciones artísticas y literarias. Las llamadas Verbenas Benéficas eran el prólogo de los festejos. La Banda de Música y la orquesta Blanco, primero y Ferro, después, compartían la actuación y el Capitol se quedaba pequeño para acoger la gran cantidad de público que asistía.
La aparición de las peñas en los años 60, fracturó la inercia de las décadas anteriores. Los Pínfanos y los Marusos, el origen hay que buscarlo en la calle del Seminario, fueron las primeras, si por peña se entiende un grupo de personas que disponen de un local, una mínima uniformidad y la asistencia grupal a los distintos actos. La autoridad no veía con buenos ojos su nacimiento y desarrollo. Era frecuente observar en cualquier lugar a un agente de la Guardia Civil, de paisano, con una carpeta azul en la que anotaba todo aquello que consideraba oportuno. Los programas eran tan sencillos que rayaban con la cicatería. Había una semana como mínimo de fiestas, rellenados con actuaciones de la Banda de Música, pruebas deportivas y la actuación estelar de las marionetas de Maese Villarejo con Gorgorito, Rosalinda, la bruja Ciriaca, el Lobo Feroz y Coco, el cocodrilo, estos tres últimos, malísimos que se llevaban los golpes con la estaca manejada por el héroe y el posterior vapuleo ante el regocijo de los peques… y algún adulto. Un impreso tamaño folio, fue el programa editado por el ayuntamiento en 1969, fecha en la que desapareció la Banda de Música. Para suplirla trajeron la Banda de Música de la XVI Fuerza Aérea americana que ofreció un concierto a pleno sol en la Alameda y se marcharon bastante enojados y sin participar en la procesión de la Virgen La Mayor. Los días de fiesta fueron del 14 al 17.
En 1971, se organizó la caravana inaugural de las fiestas con la intervención de la orquesta Orfeo, la Rondalla Seguntina y, al frente, un 600, conducido por Bonifacio de la Fuente, transportando en la baca el cabezudo del diablo que fue el germen de lo que llamamos carrozas. La discoteca Boris Club eligió por su cuenta a María Isabel Lizasoaín Cánovas del Castillo como Reina de las Fiestas y su proclamación fue dentro de una verbena con la asistencia del alcalde D. Martín Poyo del Pino. Las damas fueron nombradas por cada una de las peñas que así lo quisieron.
En 1972, el ayuntamiento hizo oficial el nombramiento de Angelita Tamayo García, como reina de esas fiestas incluyendo su fotografía y las de las damas de honor en el programa que a partir de este momento adoptó un formato interior y exterior que se mantiene hasta la fecha con los adelantos técnicos correspondientes.
Juan Carlos García Muela