Artículo de Opinión de Agustín Mora Palomares
Mucho ha llovido desde aquél 26 de diciembre de 1978 en el que el Congreso de los Diputados sometiera a votación la derogación de varios puntos de la Ley de Peligrosidad Social. La dictadura franquista había incluido a las personas homosexuales en la ley de manera expresa en 1954, cuando el Régimen modificó la ley de Vagos y Maleantes. La dictadura consideró peligrosos sociales a “quienes realizaran actos de homosexualidad”, a sus ojos eran principalmente hombres que tuvieran sexo con otros hombres. La dictadura que acabó con la transición dispuso dos cárceles para internar a los hombres homosexuales según consideraran si en sus practicas tomaban el rol de activo -serían destinados a Huelva- o pasivo -quienes irían a Badajoz-. La ley daba por sentado que era preciso rehabilitar al homosexual, esto es: convertirlo en heteronormal. El estigma de las orientaciones sexuales no heterosexuales y la punición de la homosexualidad ha sido la marca que la dictadura ha dejado en muchos españoles, a estos debemos mirar hoy quienes tenemos la libertad de ser y amar. Ellos que vivieron en su piel la represión de su orientación sexual y a ellas, mujeres, a quienes se las ignoró también en esto, están muy presentes en la memoria del activismo LGTBI.
La represión no terminó legalmente con la votación en el Congreso. Tan duro como la opresión legal ha sido el estigma social y la utilización de otras leyes como subterfugio para el mismo fin: impedir la homosexualidad. En 1989 se derogó la ley de Escándalo Público, la otra pata legal para reprimir a homosexuales y transexuales, en 1990 la OMS dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad y, aún más tarde, se ponía fin a la ley de Peligrosidad en 1995, de nuevo tras el golpe de la pandemia del VIH/SIDA que se añadió al estigma.
Con el cambio político y social en el nuevo siglo, en 2005 España nos convertimos en el cuarto país del mundo que legalizaba el matrimonio homosexual. Fue esta la primera norma de igualdad hacia las personas LGTBI que dio un giro de timón en pro de la libertad. Hubo que dar batalla, y las personas LGTBI la dieron frente a quienes querían mantener la homofobia en el estatus que querían. Los conservadores salieron, pero la victoria jurídica que decía sí a la constitucionalidad del matrimonio igualitario fue más contundente que su miedo. El activismo LGTBI lo dijo entonces, que si es lo mismo tenía que llamarse igual, que un derecho no puede llamarse diferente por la orientación sexual de quien lo ejerza y que no estaban dispuestos a seguir siendo relegados a una ciudadanía de segunda.
Sabemos que la mera despenalización no ha sido suficiente para llegar hasta donde nos encontramos, muchas vidas y esfuerzos, un amplio movimiento y un fuerte activismo han sido los protagonistas de cada paso. Insuficientemente reconocidos estos patriotas de la dignidad han puesto rostro, manos e inteligencia para que aun siendo demasiadas las injusticias sufridas en sus cuerpos, hayamos podido llegar a ser referentes para otros países que aún tienen un camino más largo por recorrer. Nuestro país es su referente y los nuestros lo son ellos, quienes nos han dado la libertad de ser y amar.
En definitiva, se cumplen hoy solo 42 años de la despenalización de la homosexualidad en España. Por quienes sufrieron la represión legal y social, por quienes hicieron posible hoy la libertad y por quienes vendrán, para que el país que encuentren sea más digno, vamos a seguir luchando.