La biodanza (neologismo proveniente del griego bio (vida) y del español danza, literalmente, la danza de la vida) es un sistema de «auto-desarrollo», que utiliza los sentimientos provocados por la música y el movimiento para profundizar en la conciencia de uno mismo. Su objetivo es promover la integración de uno mismo con sus emociones y expresarlas. La biodanza también afirma permitir establecer y profundizar lazos afectivos con la naturaleza y entre las personas, y poder expresar sentimientos acogedores.
Fue creado en la década de 1960 por el antropólogo y psicólogo chileno Rolando Toro Araneda. El sistema de biodanza se encuentra instaurado actualmente en 30 países, incluyendo Brasil, Argentina, España, Chile, Ecuador, Francia, Alemania, Italia, Uruguay, Holanda, Reino Unido, Colombia, Venezuela y Bélgica.
Se define como un «sistema de integración humana de renovación orgánica, reeducación afectiva, y de reaprendizaje de las funciones originarias de vida». Su aplicación consiste principalmente en vivencias provocadas a través de la música, el canto, los movimientos y situaciones de encuentro en grupo». Es un método que tiene como objetivo el desarrollo de capacidades humanas, sentimiento de felicidad, habilidades de comunicación y mejora de las relaciones humanas.
Los efectos beneficiosos terapéuticos y rehabilitadores sobre el organismo se basan en los siguientes mecanismos, que en su conjunto constituyen el éxito del sistema pedagógico:
1 poder musical,
2 poder de la danza integradora,
3 poder de la metodología vivencial,
4 poder de la caricia,
5 poder del trance,
6 poder de la expansión de conciencia,
7 poder del grupo.
Inma Jiménez es facilitadora en biodanza. La formación de un facilitador de Biodanza se compone de 29 módulos (teóricos y vivenciales), los cuales se realizan en un periodo de 3 años.
Tiene formación teatral, clown y danza contact.