Artículo de opinión de Rubén Lozano Guerra
Toledo es una ciudad milenaria, construida a lo largo de los siglos por sus vecinos y las diferentes culturas que nos han dejado su impronta en forma de monumentos, de tradiciones o en su propia estructura de ciudad.
Estamos a pocas fechas de someter a la ciudadanía al derecho adquirido de votar a sus representantes en el Ayuntamiento, y con ello, designar a las personas que en los próximos cuatro años sean quienes gobiernen, buscando el mayor beneficio para todos los toledanos y de los que nos visitan por cualquier motivo.
Y en estos tiempos donde los recursos escasean, es preciso reclamar a aquellos candidatos que sean responsables, serios y rigurosos con los recursos que son de todos, sin caer en los derroches o dispendios innecesarios que hemos conocido y que en los últimos años hemos vivido en esta ciudad.
Aparte de los problemas que no han sido abordados en estos últimos años, como las basuras en el Casco o el transporte público entre otros tantos, hemos padecido la creación de más impuestos, o el incremento de estos. Es aberrante que un gobierno municipal como el que hemos tenido haya condonado una deuda de 70 millones a una empresa concesionaria o prorrogue un contrato con el perjuicio que supone para la ciudad. Renunciar a esas cantidades es tirar casi el presupuesto total de Ayuntamiento en un año. Y es sonrojante que según los funcionarios del propio Ayuntamiento haya más de doce millones de euros de dudoso cobro cuando de 2014, mientras tanto a cualquiera se le pasa cinco minutos el tiquet de la ORA y te colocan la denuncia correspondiente.
Toledo es una ciudad que ha vivido en el letargo estos últimos años. Si el pasado año que celebramos el Centenario de “El Greco” y el Ayuntamiento tuvo a bien instalar los elementos conmemorativos del centenario o la señalización en el mes de junio, este año llegaremos al verano sin presupuestos. Esta es la ciudad que algunos nos dejan y que otras quieren mantener en esa dinámica. Toledo no necesita milagros, Toledo necesita un alcalde con proyectos que permitan vivir en una ciudad cómoda, accesible, donde los servicios funcionen y donde no se equilibren las condonaciones con subidas de impuestos.
Y si no necesita milagros, tampoco necesita experimentos de última hora que tratan de remover todo para que no ganemos nada los ciudadanos.
Casi siempre, el sentido común es un buen camino, y sin crear crispación, trabajando como las hormigas se consigue llegar a grandes metas o a pequeños logros que nos hagan la vida más sencilla y más confortable.