Además, la ronda de Trillo cantó los mayos a la Virgen, y también a las mozas, una bonita tradición que se acompañó con la degustación de churú, aguardiente, vino dulce y bollos en una noche fría, a la que los lugareños hicieron entrar en calor.
Trillo (Guadalajara) vivió anoche su fiesta de los mayos, en la que es, junto a las navidades, una de las celebraciones tradicionales más sentidas en la localidad ribereña, puesto que muchas de las parejas de antaño se fraguaron al son de los cantos tradicionales de la última noche del mes de abril, o más bien habría que decir la primera de mayo.
Emilio Bachiller, trillano de 86 años, recordaba ayer cómo cuando oscurecía el día treinta, a partir de las diez, se juntaba su cuadrilla de amigos, de quince o veinte mozos, para cantarle, primero, “los mayos a la Virgen”, en la misma puerta de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, siempre después de pedirle permiso al alcalde. La copla que nunca falta dice: “A tus puertas gran señora, los mozos hemos llegado, a cantar mil alabanzas, a la Virgen del Rosario”. Es larga la retahíla que se canta, y que también ayer reprodujo animosa la ronda de Trillo, siempre con Maruchi López y Asunción Nieto a la cabeza. Ver mayos a la virgen
Una vez se terminaban los mayos a la Virgen, siempre respetuosos, comenzaban los que se cantaban a las mozas, más picantes. La ronda de los mayos la encabezan los que se entendían bien con los instrumentos musicales, y recorría, puerta a puerta, todas las calles del pueblo. No había moza que quedara sin su copla correspondiente, según cuenta el abuelo. “Victorino y Manolo, el cestero, tocaban el violín, y el tío Pablo y Antonio Ochaíta, la guitarra” recuerda. Quizá la copla más conocida es la que dice: “Tu boca risueña y amorosa, el habla confuso me tienen niña, tus palabras”. Pero había más: “Ya estamos a treinta, del abril cumplido, alegraos damas, que mayo ha venido. Ha venido mayo, bienvenido sea, floreciendo trigos, cebadas y avenas”.
La ronda comenzaba por el barrio alto del pueblo, para bajar por la calle de la Vega, sin faltar una casa en la que hubiera mozas. Ya con sol, la comitiva tomaba el camino de El Colvillo, hacia el poblado del Hospital Leprológico. Eran las madres las que abrían la puerta a los mozos, para darle, generalmente, un donativo a la ronda y también algún bollo, además de convidarles a un trago de vino. “Las mujeres se escondían, pocas se asomaban para escuchar nuestros cantos”, recuerda Emilio. Con los donativos, el Día de La Cruz, el 3 de mayo, los que habían entrado en mayos hacían una merienda que aún perdura en la memoria de los mayores.
Esta tradición tan castellana es una derivación de las “mayunas” del paganismo, que celebraban el renacer de la vida, fecundidad que trae la nueva estación. Muestra de este primitivo sentir, es la plantación del mayo en la plaza del pueblo, que siempre tiene que ser lo más grande posible.
Si bien la costumbre de la gran ronda de los mayos se ha perdido, en Trillo permanece aún la de cantar los mayos en la Plaza, y también la de poner el palo entre Iglesia y Ayuntamiento. Ayer, en el entorno de La Isla, los mozos de Trillo cortaron un chopo, de en torno a catorce metros de altura. Su estatura competía con la de la torre de la iglesia. Después de que terminaran los cánticos a la puerta de la Iglesia, de mayos y jotas, a eso de las doce y media de la noche, el mayo estaba plantado en el centro. Al principio se resistió el palo, pero nada pudo luego con la fuerza de la juventud, divino tesoro. El Ayuntamiento de Trillo apoyó esta tradición y propició la degustación de licores de la tierra con vino, churú y aguardiente.