El también arquitecto guadalajareño ha investigado en la trayectoria vital y profesional de este arquitecto, nacido en Almonacid de Zorita en 1903, a quien dedicó su tesis doctoral y que finalmente ha convertido en un interesantísimo libro: ‘Antonio Vallejo Álvarez. Arquitectura de la sensatez’. En él, reivindica la dimensión profesional y personal de un hombre cabal y generoso, jefe de obreros, en el literal sentido de la palabra arquitecto en su etimología griega.
Fernando García Lozano ha presentado esta semana su libro ‘Antonio Vallejo Álvarez. Arquitectura de la sensatez’, en el Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM), sito en la calle de Hortaleza, 63.
Si bien algunos de los proyectos de Antonio Vallejo se encontraban incluidos en la Guía de Arquitectura de Madrid o en el Registro de DOCOMOMO Ibérico, el conjunto de su obra no había sido estudiada hasta que el autor, también arquitecto, la convirtió en objeto de tesis doctoral, leída en 2016 y dirigida por el catedrático emérito Miguel Ángel Baldellou. La publicación del libro, editada gracias a la colaboración de los colegios de arquitectos de Almería, de Madrid, la demarcación de Guadalajara del Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla-La Mancha, la Diputación de Guadalajara y el Ayuntamiento de Almonacid de Zorita, es la consecuencia de aquella investigación, “y también de mi tozudez y perseverancia”, explica García Lozano.
Introdujo la presentación Sigfrido Herráez, actual decano del COAM. “Antonio Vallejo no es un arquitecto muy conocido; pero debería serlo”, dijo Herráez, citando, para refrendar su afirmación, el edificio la Iglesia de Santa Rita, en la calle de Gaztambide, 75, de Madrid. “Tiene la suficiente importancia como para que el personaje estuviera en los libros entre los mejores”, opinó. El decano del COAM recordó que el arquitecto nació en un pueblo de La Alcarria, concretamente en Almonacid de Zorita, pero ejerció gran parte de su carrera en Madrid, siendo conocido por la gran calidad arquitectónica y urbanística de sus edificaciones de viviendas. El decano del COAM llegó a comparar a Vallejo con otros maestros, como Luis Gutiérrez Soto, y, en este sentido subrayó, haciendo referencia al título del libro, la cabalidad del trabajo de Vallejo Álvarez. Por último, Herráez destacó que los profesionales más jóvenes van a tener la suerte de “acercarse a este arquitecto sensato a partir del libro”.
Miguel Ángel Baldellou también intervino en la presentación. “Son actos como éste los que dan sentido a los colegios. Me parece muy oportuno realzar la figura del buen arquitecto, el que construye edificios que parece que no están ahí, precisamente por su gran ejecución”, señaló. Baldellou opinó que cada vez es más escasa “la figura del buen arquitecto y de la buena arquitectura, no porque no haya voluntad, sino porque la sociedad busca un arquitecto que sirva a intereses frecuentemente no confesables, o bien busca a arquitectos estrella, que a veces son excelentísimos arquitectos, pero que otras son sólo mediocres que venden bien su producto”. Según el catedrático emérito “el buen arquitecto es el que deja una ciudad vividera, en la que uno puede pasear tranquilamente o en la que un niño, como decía Louis Kanh, puede descubrir su vocación. Fue el caso de Antonio Vallejo”. Baldellou alabó el trabajo de García Lozano y recordó que anima a sus doctorandos a descubrir a estas figuras ocultas de arquitectura. “Vallejo mantuvo durante décadas un nivel extraordinario y lo hizo siendo un arquitecto libre, como propietario de una sociedad constructora, pero también lo hizo cuando fue arquitecto de la administración. El de Fernando es un buen libro, que estudia a buen arquitecto”, terminó.
Fernando García Lozano comenzó la historia de Vallejo, como había adelantado Herráez, en La Alcarria, un día de verano de 1903, cuando nace el primer y único hijo del médico del pueblo, Eusebio Vallejo y su mujer Amalia Álvarez, que era la maestra: Antonio Vallejo Álvarez. Unos días antes, siendo el rey de España Alfonso XIII, se había sometido a la aprobación de su gobierno la construcción de un salto de agua, en Bolarque, que debía servir para abastecer de electricidad a Madrid. Su materialización, como la gran obra de ingeniería que fue, llevó aparejada la construcción de un poblado de edificios. “Especulo con la posibilidad de que este acceso a la arquitectura culta, que no era habitual en la España rural, fuera un elemento importante para despertar la vocación de Vallejo”, señaló.
Durante la presentación García Lozano repasó aspectos muy importantes de la vida de Vallejo. Los sitios en los que vivió o a los que viajó, como fueron sus estudios hasta incluso su carrera profesional como arquitecto.
García Lozano terminó su explicación proyectando un retrato de Vallejo que el arquitecto José Luis García Fernández, miembro de la Junta de Gobierno del COAM, dibujó siendo Vallejo su decano, hacia 1966, y leyendo un pasaje de ‘El Hacedor’ de Jorge Luis Borges: ‘Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo (…). Poco antes de morir descubre que ese paciente laberinto de líneas, traza la imagen de su cara’”, y así terminó su conferencia.
La decana del COACM Elena Guijarro cerró el acto, dando la enhorabuena a Fernando por su trabajo, que deja traslucir una larga y fructífera investigación. Como guadalajareña, destacó que pone en valor la obra en la capital arriacense de Antonio Vallejo, al igual que antes había hecho el Colegio con otros trabajos como los de Ricardo Velázquez Bosco en la ciudad. “Vallejo fue un innovador, un vanguardista, y gracias a trabajos como el de Fernando García Lozano podemos presumir de ello y ponerlo en el sitio que merece” señaló.
La decana agradeció la colaboración entre colegios y administraciones que ha hecho posible la edición del libro. “Es un ejemplo de participación y de cómo, entre todos, cumplimos nuestra misión: trabajar por la arquitectura y ponerla en valor”. Y por último recordó que, cuando se hizo la presentación del libro en Guadalajara, el pasado mes de abril, hubo una alumna del colegio Sagrado Corazón que afirmó haber sido muy feliz allí, “algo que resume el objetivo fundamental de la Arquitectura: crear espacios que reúnan las mejores condiciones para los habitantes que los usen”, terminó.