Sobre la creación y el sentido de los nombres de las cosas
Desde el pasado mes de diciembre está disponible, tanto en formato papel como Kindle, el libro «Ensayo sobre las palabras», de Fátima Gordillo. Un texto que aborda la relación entre pensamiento y lenguaje, así como sus implicaciones en la evolución y el desarrollo humano.
Sinopsis
Ensayo sobre las palabras se desarrolla en tres partes complementarias.
En la primera parte se aborda la forma y razones que se conocen hasta la fecha sobre el origen del lenguaje humano. La comunicación es algo que está presente en todas las formas de vida e, incluso, ha sido posible enseñar lengua de signos a primates, pero existen elementos únicos y exclusivos del lenguaje humano que se relacionan directamente con el desarrollo de su pensamiento, y viceversa. Los trabajos sobre neuronas espejo aportan una visión muy curiosa sobre la forma en la que aprendemos a hablar, así como de la vital importancia que tienen las relaciones humanas para que el tanto pensamiento como habla se desarrollen adecuadamente.
“Todo esto demuestra que la comunicación es una habilidad innata de los seres vivos, y que existe en ellos la capacidad de aprender y desarrollar formas de expresión, gracias a que tienen la posibilidad de establecer relaciones y tomar decisiones sobre las respuestas más adecuadas en cada caso. La cuestión que debemos plantearnos, dado que tanto las plantas como los animales y los humanos cuentan con sistemas de comunicación, análisis de su entorno, elaboración de respuestas y feedback para afianzar el aprendizaje, ¿qué es lo que hace que de la comunicación humana algo completamente diferente?”
Igualmente, los trabajos de Lev Wygotski sobre pensamiento y lenguaje están ayudando en la actualidad a completar los estudios de los neurocientíficos sobre la forma en la que se relacionan estas dos funciones, aporta una clave esencial en la diferenciación entre humanos y animales: el desarrollo de los conceptos y la capacidad de aportar diversos sentidos a las palabras.
“Durante el desarrollo del lenguaje social, cuando el niño tiene aproximadamente dos años, ocurre algo. Hay un “destello” en la mente del pequeño que le hace establecer una relación entre los objetos y su símbolo. Esta “función simbólica” tiene una importancia excepcional. No es algo que ocurra de repente, sino que requiere un proceso en el que esa conexión se va asentando en el niño. La cosa no es tan simple como relacionar la palabra con el objeto al que representa. Lo que comienza a gestarse en ese momento es el desarrollo de los conceptos. Las cosas no son sólo cosas, ni las palabras sólo una manera de referirse a ellas, hay algo dentro de ellas (de las palabras y de las cosas), hay un significado. Ese significado no es rígido, puede crecer, ampliarse y hacerse más y más profundo, abarcando desde elementos sencillos a conceptos abstractos, desde los simples signos a la complejidad de los símbolos.”
Los actuales avances en Inteligencia artificial proporcionan un interesante espejo en el que mirar y comprender la forma en la que pensamos sobre las cosas. Gracias a estas investigaciones se está poniendo el foco, necesario desde hace tiempo, en la ética; especialmente tras descubrir cómo los sesgos y prejuicios de los programadores se transmiten a las máquinas. Y es que, al contrario que la IA, el ser humano no aprende por acumulación de datos, sino por las experiencias aportadas por la interacción con otros seres humanos. Diversas investigaciones señalan además que existe un sentido innato de la justicia, así como del bien y del mal, por lo que ¿podemos dejar exclusivamente en manos de la IA decisiones que afecta la vida de las personas?
“Existen bastantes más casos que demuestran la transmisión de sesgos humanos a las máquinas, por lo que es más que razonable preguntarnos si los programadores, o quienes determinen las rutas de programación, están capacitados realmente para darle formación a una IA. ¿Sabríamos establecer los protocolos para detectar desviaciones en los criterios de análisis y predicción? ¿Podríamos confiar en sus decisiones de no ser así?”
También parece algunos de los trazos hallados en las pinturas rupestres serían producto de la estructura cognitiva del cerebro humano, razón por la que ciertas formas se repiten habitualmente, aunque no haya existido contacto entre los grupos humanos que las dibujaron. Esto podría apoyar la idea, ya planteada por algunos antropólogos de que existe un imaginario común en el ser humano, que respaldaría también la universalidad del lenguaje simbólico.
Así, si bien somos perfectamente capaces de establecer definiciones de cosas evidentes, como una mesa o una silla, de las que conocemos sus posibles formas y la función para la que han sido creadas, cuando nos enfrentamos a la necesidad de definir conceptos abstractos, cosas que no podemos percibir con nuestros sentidos, se hace necesario recurrir a lo simbólico para poder representarlos y, así, entenderlos.
“No podemos pasar por alto que, desde el momento en que el lenguaje tiene un significado, y ese significado puede extenderse para añadirle profundidad, la palabra se convierte también en un símbolo. La palabra, con un cuerpo tangible de sonidos y letras, puede transmitir mucho más de lo que, a simple vista, pueda parecer. Por eso, desde muy antiguo, se le ha dado una importancia esencial, mágica incluso, a las palabras.”
Se habla también de cómo se desarrolló, y por qué, el paso de la oralidad a la escritura, con todo lo que implica, ya que los escritos son más propensos a corromperse y a perpetuarse como transmisores de la subjetividad que la enseñanza puramente oral. Esto lleva a cuestionarse cosas como nuestra interpretación de la Historia, ya que esta se basa fundamentalmente en los textos escritos que nos han llegado, así como en las interpretaciones que hacen los traductores.
“Para Wygostky era necesario estudiar a las personas en interacción, por entender justamente que la cultura es un “mediador” de la actividad humana, de manera que las condiciones materiales en las que las personas hablan y piensan son importantes para entender, entre otras cosas, su comportamiento. Los significados que cada cultura otorga a las palabras están cargadas de intencionalidad subjetiva, y sin la comprensión de esa intencionalidad es imposible entender ni la cultura ni la lengua de los pueblos, algo que los actuales filólogos y traductores saben bien.”
En la parte segunda de este trabajo se aborda la parte simbólica de las palabras, así como la necesidad de no centrarse en la literalidad de los textos, sino en reconocer que existe en el ser humano una necesidad simboliza dora que le lleva tanto a consignar aquello que considera “sagrado” de manera simbólica, como a captar los diversísimos matices de los símbolos. Así, no sólo podemos hablar de símbolos gráficos, sino de palabras como símbolos de otra cosa.
“Mientras que los sentidos literales de las palabras nos aportan la racionalidad que necesitamos para comprender la parte visible del mundo, los sentidos simbólicos, infinitamente extendidos, trazan caminos aparentemente sinuosos pero conectados entre sí para conocer la parte invisible del mundo. Después de todo una mesa es una mesa, no hay mucho misterio en eso, pero cuando se la sacraliza, se convierte en un altar, en el ara donde arden los fuegos del hogar, dedicados a los antiguos dioses lares. Así, el hogar no es sólo la vivienda, sino el lugar central donde arde el fuego que alimenta y da calor a la familia, protegido por los espíritus de los antepasados. Volver a los lares era volver al hogar, a la patria, quizá porque la primera patria de un hombre no es su pueblo, sino su familia. El gentilicio, que hoy se usa para designar la ciudad de nacimiento, proviene de gens- (linaje, familia), porque los dioses gentilicios eran, justamente, los dioses protectores del hogar.”
A través de los atributos que los mitos han asignado a algunos “dioses de la palabra”, es posible comprender la importancia que esta puede llegar a tener en la comprensión del mismo ser humano.
“La ambivalencia del simbolismo de la serpiente no está en su significado central, sino en su orientación. La serpiente es tanto una energía y como un símbolo del conocimiento: que sea buena o mala sólo dependerá del uso que se dé a ese conocimiento y en cómo se emplee dicha energía.”
Igualmente, este trabajo se adentra en algunas de las tradiciones, como la cábala o la alquimia, que han hecho uso del lenguaje como símbolo, con lo que es posible también aproximarse a desvelar algunos de los elementos que nos identifican y diferencian como humanos.
En la tercera y última parte se centra en indagar en el sentido profundo de algunos conceptos, usando para ello tanto la etimología como la misma simbología de dichos elementos.
“La principal referencia a Dios y lo divino en el antiguo indoeuropeo proviene, como ya comentamos, de la raíz deiw- que significa brillar. De aquí derivarán en sánscrito la palabra deva, el griego Zeus y el latín Iovis, de donde surgirá el nombre de Júpiter. Existen otras raíces (algunas de las cuales mencionaremos) que aluden a algo brillante, pero no todas se relacionan con la divinidad. En este caso es la idea de brillo celeste, la luz del día que hace visibles y patentes las cosas que se pueden ver. En esta referencia lo divino no es lo que se ve, sino lo que permite ver.”
En conclusión, en el proceso de indagar en los nombres para rectificarlos, aunque pueda sernos de gran utilidad la etimología, no es la única ni más importante fuente. Acercarnos a las palabras por el nombre que se les dio nos puede ayudar, pero donde realmente está la clave para determinar su “esencia” es en el sentido de las mismas, y eso es algo que sólo conoce el corazón humano, que para los egipcios era el asiento del pensamiento, puesto que fue ahí es donde tuvieron nacimiento las palabras. Así, por ejemplo:
“Si yewes habla de la ley, la raíz deik-, traducida por mostrar, indicar, decir, señalar y pronunciar solemnemente, fue usada por los griegos para las palabras dike y dikaion, “justicia” y “lo justo”, ya que para que haya justicia, nunca se debe dejar pasar una injusticia, y el primer paso es mostrar y señalar ante todos que lo que se ha hecho no está bien. Nuestro componente social quiere aceptación, y cuando hacemos algo malo lo primero que queremos es que nadie lo sepa, ocultarlo y, si es necesario, mentir. Diríamos que por temor al castigo legal, pero las miradas de reproche y el ostracismo hacia el que comete un acto perverso son también un castigo a veces más duro que la cárcel o la muerte. Ya vimos cómo los egipcios borraban o cambiaban el nombre de los delincuentes, de manera que todo el mundo pudiera “ver” a esa persona como era, pudiera ver su mal. Para los egipcios justicia y verdad iban de la mano, porque cuando la verdad se muestra, se puede aplicar la justicia.”
Sobre la autora
Fátima Gordillo Santiago es periodista, consultora de formación y desarrollo en Valor Humano – España, así como profesora de oratoria y teatro. Ha trabajado como redactora en el periódico Granada Digital, las revistas Computer Hoy y Esfinge, así como colaboradora en diversas plataformas digitales de noticias. Fue también co-fundadora del magazine tecnológico Tek’n’Life. Ha sido ponente y conferenciante en eventos tecnológicos, empresariales y culturales.