Vivimos en la era de la imagen. Nos bombardean con imágenes: periódicos digitales, Facebook, Instagram… Interiorizamos a diario cientos de imágenes que van modelando nuestro pensamiento, nuestras creencias, nuestras opiniones. Triste… porque nos hace manipulables, vulnerables. Nos están robando el pensamiento crítico porque nos invaden cada día fotos que nos hacen creyentes o ateos, que nos mueven a derecha o a izquierda, que nos convierten en lo que otros quieren. No nos dejan pensar, elegir, decidir.
Porque una imagen puede tener mil lecturas y la única manera de saber cuál es la interpretación correcta es que esa imagen vaya acompañada de su historia. LO QUE SUCEDIÓ ANTES (A VECES INCLUSO AÑOS ANTES) Y QUE LLEVÓ AL PRECISO INSTANTE EN QUE ESA IMAGEN SE HIZO ETERNA EN LA MILESIMA DE SEGUNDO QUE DURA EL DISPARO DE UNA CÁMARA DE FOTOS, DE UN MÓVIL.
Eso sucede con los hechos acaecidos el domingo 19 de julio de 2020 en nuestra ciudad.
Todos hemos visto la imagen de un grupo de personas protestando. Y la protesta, cuando es la resulta de años y años de abandono, arrastra a veces agotamiento y miedo y rabia. Y esa es la foto. Pero no es la historia, no es la realidad, no nos cuenta lo que pasa.
Para explicar lo que realmente sucede vamos a empezar por “borrar” las mentiras:
– Los tristemente protagonistas de la imagen no son “ilegales”. La práctica totalidad de ellos son trabajadores temporeros de la agricultura. Son seres humanos con NIE que les permite estar aquí para trabajar.
– Se habla reiteradamente de la nave donde “viven” estos trabajadores temporeros. No es que no exista tal nave. ES QUE NO EXISTE TAL VIDA. PORQUE NO VIVEN: INFRAVIVEN, MALVIVEN, MUEREN UN POCO CADA DÍA PRESOS DE LA MÁS ABSOLUTA FALTA DE HIGIENE, Y DE CUALQUIER CONDICIÓN QUE HACE HABITABLE UN ESPACIO. Sin luz, sin agua potable, sin sanitarios. Esa nave es una cuadra en las peores condiciones imaginables. Y no es nuevo: esta situación se viene arrastrando años. Pero sólo estos días es actualidad. Porque nos ha “salpicado”, porque ahora tenemos miedo de ser contagiados (no tristeza porque ellos lo estén), porque ahora han protestado visiblemente (han salido de su escondite para contarnos lo que pasa).
– Hay miles de empresas dedicadas a la agricultura que trabajan con todo el rigor, con todas las medidas que desde inspección de trabajo se exigen y con toda la humanidad que debiera subyacer a todo. Nada que objetar. Nuestro agradecimiento a cuantos empresarios y empresas cumplen con su deber. Pero la realidad es que también los hay que no cumplen con los más mínimos requisitos legales ni humanos: no hacen contrato y trabajan con “mafias intermediarias” que se quedan hasta con el 80% de los salarios (indignos: quizás se esté trabajando hasta la extenuación por 3 euros la hora)
– Siguiendo el punto anterior hay quienes facilitan un alojamiento digno donde poder asearse, descansar y dormir. Pero también los hay que no. En concreto tantos que se ha llegado al punto de que dentro de esa nave han desembocado 450 trabajadores sin un lugar donde guarecerse.
Si borramos esas mentiras lo que nos queda es hacer un necesario EJERCICIO DE EMPATÍA.
A ti, lector, quiero preguntarte:
¿Alquilarías una habitación de tu casa a uno de estos trabajadores temporeros?. ¿Le dejarías usar tu cómoda ducha (probablemente con hidromasaje), tu cocina (con nevera, vitrocerámica, lavavajillas, microodas, Termomix…)?
Nos han inoculado, como un virus (nunca mejor dicho), una imagen a través de nuestras retinas acompañada de unos cuantos estereotipos mentirosos: “negros ilegales” como si un ser humano pudiese ser ilegal sea cual sea su color y la tierra que lo vió nacer.
No justificamos la violencia, nunca y bajo ningún concepto. Pero lo que queda en nuestra memoria del pasado día 19 no es la realidad. Es la respuesta. Es que el calor extremo, la falta de agua y comida, la falta de descanso y sueño, la falta de medidas de higiene, las horas y horas y horas trabajadas en muchos casos para que una mafia se lleve casi todo el dinero sumado al miedo y la tristeza de los compañeros enfermos empujó a la calle el pasado domingo a un grupo de seres humanos que se ven obligados a vivir como animales (mucho peor).
Nuestra sociedad necesitaría un tornado que se llevase de un plumazo el cinismo y la hipocresía. Solo hemos reparado en ellos el pasado domingo. Pero llevan años allí, infraviviendo, muriendo, sino físicamente, emocionalmente cada día un poco más en medio del olvido y del abandono.
Salgamos a la calle, en paz y juntos para que al fin alguien con la potestad precisa regularice esta situación, para que no haya un solo empresario, una sola mafia que tenga en sus manos cientos de vidas ajenas chantajeando con el sufrimiento de sus familias si no acceden a trabajar en estas condiciones.
Y sobre todo no nos demos por aludidos: hay muchos empleadores justos, hay muchas empresas que merecen todo el respeto. Pero es que ellos también deben salir a la calle y unirse para que no quede uno solo de los otros. Ni uno solo.
Escrito con la pasión y amor de Eva López Álvarez.
Firmado por: Asociación Manos Para el Desarrollo. Umoya de Albacete.
Federación de Comités en Solidaridad con África Negra.