Por Enrique Pedrero Muñoz, Crítico de arte.
Desde el 31 de enero al 29 de febrero de 2020, se puede admirar una exposición de grabados al aguafuerte, aguatinta, incluso alguno con técnica mixta con acuarela, de Luis Carlos Garrido Sánchez, en el Café Local de Valdepeñas, sito en la calle del Capitán Fillol, 5.
Por su labor docente y profesional, Luis Carlos, ha realizado diversos proyectos en dibujo técnico y artístico y se ha dejado influenciar por éste último en lo que respecta al encajado, dibujo a carboncillo, a la pluma, color, acuarela, pastel, mancha, llegando al grabado en sus diversas especialidades. Esta influencia la viene desarrollando en los Talleres de Artes Plásticas de Valdepeñas, a los que pertenece desde el año 2015, donde ha realizado alrededor de 150 grabados en sus numerosas interpretaciones.
Sus temas más comunes son su tierra y la idiosincrasia manchega: las casas encaladas, chimeneas humeantes, molinos esbeltos, pozos y norias, pero también otros temas de Castilla León y su arquitectura popular, sus casas típicas, sus originales chimeneas y por supuesto temas de su más conocida arquitectura en cuanto a órdenes se refiere, como capiteles corintios, frondosos entre otros.
La expresividad que se puede contemplar en sus obras es un primitivismo que se extiende a su desarrollo y trayectoria artística, cuyo interés es la mancha, más una personal forma de materializarlo, donde se observa la intencionalidad de crearse un estilo propio, que va más allá de conceptos decimonónicos.
Luis Carlos Garrido Sánchez, (Valdepeñas, 1943) Aparejador de Promoción en 1969, en la Escuela Técnica de Aparejadores de Madrid.
Ha sido docente como Profesor de Dibujo de Enseñanzas Medias en el IES Gregorio Prieto de la Ciudad del Vino y de los Museos durante 35 años.
En el campo profesional ha intervenido como aparejador durante 50 años en numerosas obras de envergadura tanto en la creación de casas, chalés, barrios de viviendas y restauración de viejos edificios, en Valdepeñas y provincia de Ciudad Real, destacando el Monasterio de las Madres Agustinas de Valdepeñas en 1971, donde sobre un antiguo convento al estilo mudéjar toledano, fundado en 1596 y reedificado en 1857, llevó a cabo una remodelación y reestructuración del edificio, respetando el antiguo estilo, supo interpretarlo, creando un bello edificio, destacando su forma personal e intransferible, por medio de los nuevos materiales y elementos decorativos, equipado con un gran equipo de artesanos de diversas especialidades.
Un año más tarde en 1972 también llevó acabo la rehabilitación de la plaza y su estructura exterior, que recoge el monasterio, en lo que respecta a enrejados, farolas, jardines, etc
