La localidad de Quintanar de la Orden (Toledo) ha celebrado el día grande de sus fiestas patronales con los actos religiosos en honor a la Virgen de la Piedad que ha sido la protagonista durante toda la jornada y venerada por los vecinos y vecinas del municipio.
Si por algo se caracteriza Quintanar es por el fervor que tiene hacia su patrona, la Virgen de la Piedad, entorno a la cual giran la Feria y Fiestas de agosto en las que se encuentra inmersa.
Así, el día 15 de agosto, la población se viste con sus mejores galas para honrar a la Señora. Por la mañana tenía lugar la Solemne Función Religiosa en la Iglesia Parroquial a la que asistía Juan Carlos Navalón, alcalde de Quintanar, que estuvo acompañado por Javier Úbeda Nieto, Delegado de la Junta en Toledo; así como de los concejales de la Corporación Municipal, Reina y Damas de las fiestas y miembros de la Hermandad Mayordomía de la Virgen. Precisamente Manuel Ángel Ortega, mayordomo mayor de la fiesta, abría la celebración religiosa dedicando unas palabras a los asistentes. Ortega, que se mostraba muy emocionado, tenía palabras de agradecimiento para su patrona por todos los momentos buenos que ha tenido a lo largo de su vida, pero también por los no tan buenos y para los que siempre ha buscado el consuelo de la Virgen. El mayordomo mayor aseguraba que los momentos vividos como Mayordomo van a ocupar siempre un lugar importante en su corazón y animaba a todos los vecinos y vecinas de Quintanar a vivir esta experiencia porque según afirmaba merece la pena y es inolvidable.
Ya por la tarde, y tras la misa, la patrona era trasladada desde la Iglesia a la Plaza de la Constitución donde se realizaba la tradicional ofrenda floral. Niños y mayores ofrecían sus flores a la patrona como muestra de cariño. Una vez finalizada se iniciaba la procesión encabezada por las Reina y Damas así como las autoridades civiles y religiosas.
La Virgen de la Piedad recorría las calles quintanareñas bajo la atenta mirada de sus fieles devotos que cada año acuden a su cita con la patrona que a su llegada a la Plaza de la Constitución era honrada con una traca y desde allí regresaba, de nuevo, a su ermita de intramuros donde permanece durante todo el año.