Fue inaugurada ayer en la Casa del Doncel, y recoge un telar, todos los enseres y útiles necesarios para trabajar la artesanía de las alfombras, documentos, patrones, recortes de periódico antiguos, añadiendo interés al espacio cultural del edificio, que ya cuenta con una exposición permanente de Fermín Santos y su hijo Antonio Santos Viana, con el Museo de la Vihuela y de la Guitarra José Luis Romanillos o el espacio cultural del Archivo Histórico Municipal donde ahora exhibe una pequeña muestra de Facsímiles.
Ahora que se cumple un siglo desde que la fábrica de alfombras de nudo ‘Segontia’ se instaló en la ciudad de Sigüenza (Guadalajara), la familia Toro, la mayor parte de cuyos miembros trabajó en ella llegando después a ser su propietaria, ha cedido parte de sus útiles, enseres, recuerdos fotográficos y tesoros documentales para recrear con todo ello y en una de las salas de la Casa del Doncel, cómo era y qué trabajo allí se hacía. La muestra, que recibe el bello nombre de ‘Un siglo tejiendo sueños’, da pie también a recordar la historia de los telares en la ciudad de Sigüenza.
Según explicaba ayer Charo Toro, como portavoz de su familia, “de acuerdo con la Concejalía de Cultura, y con el inestimable apoyo de Amparo Donderis, archivera municipal”, que ha catalogado los fondos y le ha dado una unidad temática a la exposición, la muestra tiene vocación de permanencia, pretende crecer con el tiempo gracias a las aportaciones de nuevos objetos y además ser también un referente para quienes quieran ir más allá de su mera contemplación y pasar manos a la obra desarrollando talleres.
‘Un siglo tejiendo sueños’ despliega en sus vitrinas fondos documentales, patrones, muestras de los tejidos que se utilizaban para fabricar las alfombras, cuenta con un telar de cuatro metros con todas sus piezas, naturalmente con alfombras e incluso con originales de los instrumentos necesarios para tejerlas.
También pueden admirarse fotografías antiguas, magníficamente ampliadas, o bocetos que hace sólo unos años sirvieron de guía para que las artesanas seguntinas dibujaran y tejieran con mucho cariño las alfombras que le han dado tanta importancia a la ciudad. No en vano, algunos de los encargos fueron a parar, y todavía engalanan, diputaciones provinciales o los recibidores de los más prestigiosos hoteles de España, e incluso a manos de Eva Perón en su visita a España, según atestigua uno de los documentos que se puede ver
La exposición fue inaugurada ayer, con la presencia de José Manuel Latre, alcalde de Siguenza, que destacó a la Casa del Doncel como gran foco cultural de la ciudad. “Esta muestra, tejida con cariño infinito, pone en valor lo que han supuesto las fábricas de alfombras para nuestra ciudad, uniéndose así a otros grandes valores que ya tiene este emblemático edificio, además de su propia monumentalidad, como son la exposición permanente de Fermín Santos y Antonio Santos Viana, o el Museo de la Guitarra y de la Vihuela José Luis Romanillos”, valoró.
Por su parte, Sonsoles Arcones, concejala de Cultura, destacó ayer que la muestra es “el homenaje que la ciudad le debía a todas las mujeres que han trabajado en estas fábricas de alfombras en el último siglo”. Arcones dio las gracias a todas las personas que han colaborado en el montaje de la exposición.
Historia de las fábricas de alfombras en Sigüenza
La Fábrica “Segontia” de alfombras de nudo
A comienzos del siglo XX D. Jesús Gil de la Serna García Ochoa, procedente de Toledo se establece en Sigüenza. Poseía cierta experiencia en la manufactura y puso su empeño en la instalación de una fábrica de hilado de lanas y en la modernización de las antiguas instalaciones con telares de palanca para la fabricación de alfombras de nudo.
La fábrica se instaló en el edificio del Hospicio y el corralón de la fachada norte se habilitó como almacén compartiendo espacio la leña perfectamente apilada por un lado y la lana por otro, junto a ellas se situaban tinas de cobre donde se realizaba el lavado y teñido de las lanas, que servirían para hacer los nudos de las alfombras.
En su taller se formó una generación de dibujantes (Manso Monje, Raimundo Toro) y anudadoras (María García, Aurita Abad…), que realizaron el aprendizaje y adquirieron experiencia en el dibujo de bocetos y el anudado de lanas y más tarde, abrirían las tres fábricas que dieron fama a Sigüenza por la calidad artística de sus alfombras de nudo.
En el año 1945 la fábrica abandona el Hospicio y se instala en un edificio de la carretera de Alcuneza, pasando a denominarse Fábrica de alfombras “El Doncel”. Pronto surgen diferencias y enfrentamientos que obligan a la independencia de sus trabajadores y la creación de diferentes fábricas donde se seguirán realizando alfombras a nudo.
La Fábrica de Aurita
Formada en la fábrica del Hospicio y tras unos años de especialización en Madrid, Aurita Abad abrió su propio taller en Sigüenza con dos telares y 36 jóvenes que anudaron en su taller alfombras con destino a los ambientes más selectos de la capital.
La Fábrica “Toro”
Fundada por Raimundo Toro en el año 1942. Tanto él como su mujer, habían trabajado anteriormente en la fábrica Segontia y enseñaron este noble oficio a sus cuatro hijas, quienes durante años se han dedicado con gran maestría al arte de la alfombra de nudo y han visto sus creaciones en diputaciones, palacios e incluso la catedral de Toledo.
La historia del tejido artesanal en la ciudad de Sigüenza
En Sigüenza el tejido artesanal de alfombras de nudo tiene casi dos siglos de existencia y una tradición muy arraigada en la población, que arranca de los tejedores de bayetas y paños de finales de la Edad Media. Técnicas y materiales fueron evolucionando en el tiempo hasta llegar a la creación de talleres de hilado de lanas y telares para anudar alfombras en época ilustrada, gracias al apoyo de la Sociedad Económica de Amigos del País de la ciudad de Sigüenza y al impulso político de la monarquía ilustrada. Fue el rey Carlos III quien favoreció el desarrollo de telares y especialmente la incorporación de mano de obra femenina, al promulgar en el año 1784 una Real Cédula por la que se declaraba
”a favor de todas las mujeres del reino la facultad de trabajar, tanto en las manufacturas de hilos como en todas las demás artes en que quieren ocuparse y sean compatibles con el decoro y fuerzas de su sexo, revocando y anulando cualquier ordenanza o disposición que lo prohiba.”
La artesanía de los telares se fue convirtiendo en una actividad mayoritariamente femenina, donde niñas desde muy temprana edad empezaban su aprendizaje hasta convertirse en excelentes tejedoras, dejando las duras tareas agrícolas en manos masculinas.
En este contexto favorable, la Sociedad Económica de Amigos de Sigüenza centró sus esfuerzos en el fomento de las manufacturas locales, con la finalidad de promover el desarrollo económico, contando con el apoyo de los sectores más dinámicos de la sociedad y por los obispos que, al mismo tiempo estaban favoreciendo el desarrollo urbanístico local. En la segunda mitad del siglo XVIII, a iniciativa del Obispo José Patricio de la Cuesta Velarde se inició la construcción de un edificio destinado a Hospicio o Real Casa de Enseñanza y Misericordia cuyas obras no finalizarían hasta después de la muerte del prelado y gracias al impulso del Rey Carlos III. A fines de este mismo el obispo D. Juan Díaz de la Guerra y su sucesor D. Pedro Inocencio Vejarano ya a principios del XIX, continuarían el proyecto instalando un taller con telares para la fabricación de paños y bayetas e impulsar el desarrollo de la artesanía dedicada al lino, cáñamo y lana.
Las medidas desamortizadoras, especialmente la de Mendizábal, afectaron duramente a las instalaciones poniendo en peligro la continuidad de la elaboración de alfombras y el medio de vida de la población femenina. Una parte del edificio de la Casa de Misericordia con los telares se alquiló a particulares y otra pasó a manos municipales. Aunque el prelado intentó recuperarlo, no se llegó a ningún acuerdo, destinándose el edificio a dependencias civiles y militares. Al desorden en la ocupación de espacios se unió el deterioro derivado del paso del tiempo y la falta de mantenimiento que dejaron su huella negativa en el edificio, además de las goteras que ponían en peligro la integridad de los telares. Ante esta lamentable situación y como medida de presión para intentar llegar a una solución, su última arrendataria dejó de pagar el alquiler y abandonó los telares. Finalmente, en 1911 un anuncio en el Boletín avisaba que si en un plazo determinado no se recogían los telares se subastarían públicamente.
A partir de esta fecha, nuevamente el edificio fue ocupado y compartido por diferentes industrias artesanales, dependencias municipales destinadas a la banda de música y la biblioteca y el corralón convertido en cuadras e incluso plaza para lidiar novillos en fiestas. Los telares abandonan definitivamente el Hospicio para instalarse en otros edificios. Finalmente en el año 1954, El Hospicio o Real Casa de Misericordia se convierte en el Colegio Episcopal Sagrada Familia.
¿Cómo se hacía una alfombra?
1.- Lavado y tintado lanas
2.- Dibujos
1.- Lavado y teñido: Las lanas procedían de Villaverde del Ducado y del batán del Henares que había a la salida de Sigüenza llegaban en madejas atadas para evitar enredos y tras un proceso de lavado se convertían en ovillos que utilizaban las anudadoras. Con el lavado la lana se “desmugraba”, perdía suciedad y grasa, y se engrasaba con aceite de oliva para suavizarse y favorecer su hilado. En unas tinas de gran tamaño se les añadía una mezcla de sosa de la casa Sovay, jabón líquido y agua templada, a continuación se introducían 30 – 40 palos de fresno con dos madejas de lana cada uno, después de darles de 3 a 4 aclarados, se sacaban y se extendían para orearse antes de ser teñidas.
El teñido seguía un proceso que duraba unas seis horas diarias. Sobre un soporte se preparaba una caldera de cobre de unos 3 mts de largo, 70 cms. De ancho y una profundidad de 80 cms., recubierta de ladrillo refractario. Se introducían las madejas, un cazo de anilinas y se les daba un hervor. Las anilinas empleadas eran de colores básicos: amarillo, rojo y azul, que se iban mezclando para obtener diferentes combinaciones. Para evitar el desteñido se añadía a la mezcla ácido sulfúrico. La obtención de los diferentes colores no era tarea sencilla: la lana teñida estaba mojada y daba un tono de color diferente al de la muestra que estaba seca. Al secarse las madejas debían tener el color exacto al de la muestra.
Un producto caro como la anilina había que aprovecharlo al máximo. Para abaratar costes y aprovechar el producto al máximo, cada día se hacían entre 3 y 4 colores, empezando por el más fuerte y terminando por el más suave, cuando apenas quedaba ya anilina.
El proceso artesanal de la alfombra tejida con pura lana virgen en telar tradicional con nudo turco anudado a mano dura aproximadamente dos meses.
La historia de las fábricas de alfombras seguntinas fue recogida por el cronista de la ciudad, Juan Antonio Martínez Gómez – Gordo en los Anales Seguntinos.