Articulo de Jesús Manrique
Las noticias e imágenes diarias nos dicen que el mundo se ahoga en una espiral de violencia no siempre física, generada por aquellos que nos traen el dolor. Y no solo el global, instituido por el terrorismo, la miseria, la desaparición de derechos humanos o el que provocan los propios gobernantes que tanto nos avergüenzan. ¿Desconoce Bruselas los motivos de las personas para huir de la guerra? ¿En qué barbaries se ven envueltas? ¿Pueden decirnos qué hacer para sobrevivir?
Hay perturbados con armas que disparan en supermercados y universidades al más puro estilo cinematográfico, y criminales que hacen estallar bombas en discotecas, mercados y mezquitas o arroyan con un camión a muchedumbres que se divierten. Están también los que nos planifican guerras sin nosotros comerlo ni beberlo y a las que nunca irán sus familiares. Hemos acabado acostumbrándonos a ellas, aceptándolas como parte de nuestra engañosa seguridad occidental. Fue Susan Sontag, la comprometida autora estadounidense, quien habló de soluciones a los conflictos armados ante el dolor de los demás.
Pero también se agranda el sufrimiento cotidiano, el provocado por unos y otros desde la indolencia o el fanatismo. Un buen número de sacerdotes y obispos malmete a los fieles con arengas desde el altar donde se supone que debería vivir la bondad, mientras miran para otro lado ante los aborrecibles abusos sexuales de niños puestos en manos de instituciones católicas a los que debieron cuidar. «Si no fueran tan temibles nos darían risa, si no fueran tan dañinos nos darían lastima», cantó Serrat en Los macarras de la moral. Están los que pagan su mal humor, su vida infeliz, apaleando a los animales, el mecenas del todo va bien y España es un país feliz si para ellos va estupendamente.
Hasta músicos que han hecho del dinero su dios se permiten arremeter contra aquellos que tuvieron la desfachatez de pedir un préstamo bancario para comprar una casa que ahora no pueden pagar, artistas frívolos que deberían preguntarse los motivos, muchas veces terribles, que llevan a las familias a la calle, a quedarse sin hogar, esos músicos que dicen no haber recibido nunca subvenciones pero que hacen caja con el dinero de las arcas de los ayuntamientos que pagan sus conciertos hasta en plazas de toros.
Están también los políticos homosexuales que militan en partidos que legislan en contra de su sentir más profundo. No soporto esa retórica de hay que actuar desde dentro. No se puede vivir en un sumidero. ¿Qué aflicción no serán capaces de infligir a los otros cuando apoyan con su militancia prohibiciones a su propia forma de amar? Quizás dramatice demasiado y su conducta perversa de defender lo indefendible sea solo una postura hipócrita. Hay, además, quienes dicen querer a alguien para siempre, pero solo aman en función del dinero y dicen ahí te quedas con tus miserias, que a ti te encontré en la calle, cuando se vacía el bolsillo y sobreviene la enfermedad.
Da rabia, y duele que la primera persona condenada por la justicia a causa de los bebes robados españoles sea una de sus víctimas, uno de aquellos por entonces bebés. Las colas de personas a las puertas de comedores sociales deberían bastarnos para dar arcadas, pero no, de eso no se dice ni mu. Las grandes iniquidades y vergüenzas del pasado nos resultan intolerables vistas hoy, pero fueron consentidas, algunas incluso celebradas en su momento. www.jesusmanrique.com